El despertar de la conciencia puede ser algo instantáneo, como nos comentó Eckhart Tolle y sobre quien he escrito ya en diversas ocasiones. Sin embargo, a veces estamos tan acostumbrados a las preocupaciones, que puede ser todo un reto deshacernos de ese mal hábito, para lograr fluir en paz y armonía.
Este pensamiento, me motivó a escribir acerca de la doctora Carol Kershaw, su esposo, el dr. Bill Wade, y su libro “La mente libre de preocupaciones“.
Sin embargo, la dra. Carol nos explica que el cerebro tiene la mala costumbre de reaccionar más a lo negativo que a lo positivo. Yo creo que todos conocemos a alguien, o tal vez nosotros mismos, que siempre está viendo lo negativo. Nuestra experta nos explica que eso pasa porque se nos graba más, lo que nos causa miedo, duda o inseguridad. Esto se debe a que el instinto de supervivencia o conservación quiere que nos protejamos.
Si la persona es “preocupona”, pensará en todas las posibilidades de que las cosas salgan mal. Son esas típicas personas que dicen: “¡Ay manita! ¿Y si pasa esto?”. “¡Híjole compadre! ¿Y si pasa lo otro?”.
Preocupaciones: pensar una y otra vez en «lo que podría salir mal».
La forma más intensa de preocupación es la “rumiación”. Así como las vacas que están masticando mucho tiempo la misma hierba, el cerebro está pensando, obsesiva y repetitivamente en cosas estresantes pero, ¡sin resolverlas! La vaca, cuando menos, se traga la hierba, pero el cerebro rumiante no.
Cuando esto se hace por mucho tiempo, el cerebro ya no puede descansar o tener su pausa regenerativa ultradiana, como explica el dr. Ernest Rossi. Entonces, la persona siempre se siente amenazada, a la defensiva y preocupada; afectando su vida física, mental y socialmente.
¿Cómo impedir que las preocupaciones nos agobien?
La dra. Kershaw nos da soluciones. Nos dice que, cambiando la historia de terror que proyectamos en nuestra mente, podemos cambiar a estados mentales más positivos. Nos aconseja dejar de estar buscando cosas podridas en el pasado o revivir cada injusticia que vivimos. Esto nos dará una proyección o vida más agradable.
Abordando el tema de la neurociencia, nos dice que el cerebro tiene neuroplasticidad y que se puede reprogramar con práctica y constancia. El estado mental positivo o negativo que tengamos va a depender de en donde pongamos nuestra atención.
Algunas ideas para cambiar nuestro foco de atención, de algo preocupante a algo relajante pudieran ser: ejercicio físico, tocar algún instrumento, escuchar música, bailar, pintar, etc.
También ayuda actividades tan simples como, bañarse, pasear al perro, disfrutar la naturaleza, etc. Lo importante es que sea algo que capte nuestra atención y concentración para que el cerebro forme nuevas concesiones y recupere la capacidad de estar relajado y tener un pensamiento claro.
El cerebro puede necesitar etapas para cambiar de un foco de atención a otro. O sea: primero estar enfocado en algo, luego utilizar un “puente” mediante actividades que vayan bajando poco a poco el estrés para, finalmente, enfocarse en algo totalmente relajante.
Preocupaciones y nuestras ondas cerebrales
En el libro, la dra. Kershaw nos recuerda también los tipos de ondas cerebrales, de las que ya he escrito antes:
- Las ondas beta: para el conocimiento, la atención y la actividad. Recuerden que si pasamos mucho tiempo en beta, sin descansar, se genera estrés y preocupación.
- Las ondas alfa: para relajarnos después de una actividad en beta. Hay que tener cuidado, pues puede convertirse en una zona de confort en la que nos atoremos. Por ejemplo, un adolescente, que está mucho tiempo cómodamente en alfa, puede ignorar a su mamá cuando le dice “¡Mi’jo, ya está la comida!”. Aunque el chilpayate se esté muriendo de hambre, no se va a mover.
- Ondas theta: aparecen antes de dormir y después de despertar. También, pueden ser producidas en la autohipnosis. La doctora Carol nos recuerda que desarrollan mucho la intuición, la creatividad y dan soluciones. Son especiales para disolver la preocupación y la “rumiación”.
- Ondas delta: se producen cuando estamos dormidos.
- Ondas gamma: de mentes super enfocadas. Aumentan la sensación de felicidad, creatividad y sentirse centrado. Nos recuerda que las alcanzan fácilmente los monjes budistas, las monjas contemplativas y uno que otro mortal por ahí.
Las personas que se preocupan y se enfocan demasiado en los problemas, aumentan mucho las ondas beta. Lo peor de todo es que ni siquiera logran resolver el problema. Enfocarse tanto en lo mismo, activa su modo de emergencia y quieren pelear, huir o congelarse; afectando su vida en todas las áreas.
La dra. Carol nos da tips y ejercicio de atención flexible para salir de este relajo:
- Concentrar la vista en un punto y, después, sin mover los ojos, tratar de ver lo que está alrededor. Activando nuestra vista periférica pero sin mover los ojos
- Mentalmente, calentar nuestras manos. En el estrés, la sangre se aleja de las extremidades; al hacer este ejercicio, la mente se relaja
- Activar los dos extremos del cerebro: puede ser marchando dando pasos golpeando con los pies o moviendo los ojos de un lado a otro como ocurre en el sueño REM: izquierda derecha, izquierda derecha
- También sugiere ponernos en una posición de poder, poniendo las manos en la cintura como la “Mujer Maravilla” o, como diría mi abuela, “como chucha cuerera”. Esto hace que se genere menos cortisol y se baje a ondas alfa
- También ayuda el cambio en el lenguaje. Por ejemplo, en vez de decir: “no puedo hacer algo”, decir; “elijo no hacer algo”. Yo, por ejemplo, diría: “elijo no hacer chiles rellenos, mejor los compro hechos”. ¿Qué tal, eh? ¡Listilla desde chiquilla!
Preocupaciones y el «Zone-Out».
Cuando se trata de tomar decisiones importantes, la dra. Kershaw nos menciona la técnica “zone-out” o “fuera de zona”.
Primero ponemos nuestra mente a vagar, pensando en cosas placenteras, paisajes de la naturaleza, lugares o situaciones tranquilas y agradables. La razón de esto es que, “los problemas no se resuelven en el mismo tipo de onda en el que se crearon”.
Las ondas alfa abren la puerta al inconsciente y solo Dios sabe qué más cosas se abran o donde más nos conectemos. Lo que ocurre es que se produce una metavisión; es decir, una visión más amplia de las cosas, en donde se ve más claro qué es lo que realmente necesitamos.
A esto último se le llama “proceso de construcción de decisiones en mosaico” o, por su nombre en inglés “mosaic decision constructing process”. En él, se pueden ver todas las opciones desde un metanivel para elegir las soluciones más funcionales.
Esa visión en mosaico, o de diferentes opciones, es la razón por la que encontramos respuestas o nuevas ideas, cuando estamos en la regadera, corriendo, lavando platos, haciendo yoga. De hecho, cuando hago mi sesión de hatha yoga, siempre tengo una libreta y una pluma a un lado. Es bueno tener algo en donde escribir todas las nuevas ideas y soluciones que llegan a la mente. Asimismo, también es común que, durante esas actividades, recordemos cosas que habíamos dado por perdido en nuestra mente.
Mientras nuestro cerebro genera ondas alfa, nuestro inconsciente (también conocida como mente interna o conciencia colectiva), en donde está todo el aprendizaje y la información, se pone a disposición de nuestra mente consciente para que, ahora sí, podamos tomar las mejores y más funcionales decisiones. La técnica de “fuera de zona” ayuda a crear estas situaciones de generación de ondas alfa.
Pensamiento divergente
Otro concepto que nos menciona la dra. Carol para deshacernos de las preocupaciones y nos sea más fácil el despertar de la conciencia, es el pensamiento divergente. Este permite ver más allá de los límites que nosotros mismos nos ponemos y nos mantiene abiertos a nuevas experiencias.
Según Carol, este tipo de pensamiento debería ser nuestro estado natural y se logra con la práctica de enfocarnos en una experiencia externa y después una exploración interna de esa vivencia.
Si recuerdan, en algún momento, les recomendé ver la película “2:22”. El protagonista es un muchacho que puede ver patrones, en donde otros no podían verlos. Ese personaje sería un caso de un pensador divergente extremo.
Las preocupaciones son contagiosas.
También, hay que saber que las emociones pueden ser contagiosas. Por ejemplo, si estamos mucho tiempo con alguien con muchas preocupaciones, podemos hacerlas nuestras. Como diría mi abuela: “no me pases tus infiernitos”. También nos contagiamos de emociones cuando lloramos con las películas o nos da alegría que alguien gane una medalla olímpica. Por ello, es importante que elijamos bien nuestras compañías y nuestros pensamientos.
Es importante rodearnos de gente positiva que nos refuerce de un modo constructivo.
Otro dato interesante, es que los bostezos que, por cierto, también son contagiosos, disuelven las preocupaciones disminuyendo el cortisol y nos hacen identificarnos más con las demás personas.
Nuestro cerebro tiene más superpoderes. Cuando todo el tiempo estamos intercalando preocupaciones con sustancias estimulantes como el azúcar, la nicotina, la cafeína y otras drogas, necesitamos resetear nuestros circuitos cerebrales.
La primera recomendación para esto, es usar un lente mental y reconocer si realmente la situación necesita que nos estresemos o no por ella. Hay que ver si tenemos el “Síndrome de Igor”, ese burrito de peluche amigo de Winnie Pooh que siempre veía todo negativo.
Hay que estar atentos de si recibimos ayuda de los demás. Cuando no sentimos el apoyo de otros, puede bajar nuestro ánimo. Muchas veces, no vemos que los demás nos están ofreciendo su ayuda, o que tal vez ya nos están ayudando. También hay gente que se queja mucho ¡pero no se deja ayudar! Hay otros tipos de ayudas: desde las espirituales o místicas hasta los tutoriales cibernéticos. Identifiquemos si caemos en alguno de estos patrones. Reconocer un problema, siempre es el primer paso para solucionarlo.
A veces, la preocupación se vuelve enojo. Entonces, la persona reacciona a todo con enojo: si está triste, se enoja; si está nervioso, se enoja; si tiene miedo, se enoja. Recuerdo que mi tío le decía a mi mama: “¡Ay hermanita! Es que tú, si no estas enojada, no estás contenta”.
Las neuroasociaciones
Regresando a la dra. Kershaw, ella continúa explicando que el estado entre dormido y despierto, llamado también estado laminar, cuando se generan las ondas theta, tiene una capacidad curativa propia de nuestro sistema, llamada neuroasociación.
Se basa en que las experiencias son representadas por imágenes, aromas, sabores, sonidos y texturas. Cuando nos estamos durmiendo o despertando, es útil que tengamos cerca de nosotros cualquier estímulo que esté relacionado con experiencias agradables de nuestra vida.
Algunos ejemplos son escuchar música o tararear canciones; poner aromas o imágenes agradables al despertar o dormirnos; usar texturas o aromas en nuestras sábanas o pijamas; hacer movimientos o rituales como estirarnos, abrazarnos, persignarnos y hasta darnos besitos que nos animen y reprogramen nuestro estado neuronal.
A mí, por ejemplo, me encanta oler mi almohada antes de dormirme y cuando me despierto en la mañana. Me da una sensación muy agradable de paz y seguridad.
La hipnosis ericksoniana y la autohipnosis pueden mantener nuestra mente durante largos periodos en el estado laminar o theta. Haciendo una práctica todos los días (para lo que puedes usar este ejercicio de autohipnosis), podemos ir “recableando” poco a poco nuestro cerebro.
Nuestro propio cerebro tiene remedios contra las preocupaciones.
Una de las principales sustancias sanadoras que se producen en el cerebro durante el estado theta o laminar, son las anandamidas. Su nombre viene de la palabra sánscrita “ananda”, que significa “dicha”. Esta sustancia tiene una estructura química y efecto muy parecido a los cannabinoides como la mariguana.
Ya desde otros artículos, les he mencionado que nuestro cerebro es capaz de producir nuestras propias drogas o substancias psicoactivas; como para ponernos ¡bien locotes o bien relajados! Pues bueno, las anandamidas son unas de las principales. Como ya vimos, se producen, antes de quedarnos dormidos, al despertarnos, o al practicar autohipnosis y meditación.
Les sugiero que practiquen todas las ideas y tips que la dra. Carol nos comparte en su libro y que, en este artículo, he intentado resumir. En unos días, les contaré otras cosas que encontré interesantes en su obra.