Pablo d'Ors - Festival de Jericó, Colombia

Pablo d’Ors y la meditación en el silencio (Parte 2)

Anteriormente, comencé a escribirles sobre el sacerdote católico Pablo d’Ors y sobre su libro “Biografía del silencio”, en donde explica a profundidad varios conceptos relativos a la meditación en el silencio. En este artículo, continuaré escribiendo algunos de los conceptos que d’Ors nos comparte en su obra.

Poéticamente, Pablo describe: despertar es descubrir que estamos en una cárcel, pero en una cárcel que no tiene puerta; hay que demoler los sueños que nos han encarcelado, y que casi nunca son nuestros; los tomamos prestados; si investigamos, tal vez todos se desmoronen.

Es más, podemos hasta decir que ni siquiera hay problemas; en cuanto cambia la “idea” sobre el problema, éste desaparece. Basta no tener juicios acerca de las cosas o situaciones, para vivir el sueño feliz; la clave es tomar las cosas como son y no como nos gustaría que fueran.

Dicho lo anterior por Pablo, ¡nuestros juicios son nuestro principal obstaculo! Así es que, ¡más vale orillar esos juicios hacia donde no estorben!

Pablo d'Ors - Meditación en el silencio

El silencio que describe Pablo, a medida que se profundiza, da la capacidad de asumir las propias responsabilidades. Se consiguen grandes cambios en la quietud más absoluta. No sólo el silencio es curativo, también lo es la quietud. El silencio en quietud es muy diferente al silencio en movimiento. La quietud invita a interiorizar.

«Observar la mente es el camino, porque mientras se observa la mente, no se piensa”.

Fortalecer al observador, es la forma de acabar con la tiranía de la mente. Aprendemos más de nosotros mismos observándonos, que analizándonos. Siempre estamos repitiéndonos: “a ver… ¿por qué dije eso?”. “¡Ay, es que aquel hizo esto, entonces yo sentí lo otro”. ¡Eso es puro análisis! Pablo nos invita a sólo observar.

También, es normal que alarguemos y agrandemos nuestros sentimientos y emociones para sentirnos vivos; que hagamos un gran drama o berrinche de algo pequeño para que nuestra vida sea digna de contarse. Sino, ¿qué le voy a platicar a mi comadre? Pero, la neta, es que nos inventamos nuestros estados de ánimo.

Acuérdense de lo que nos dijo el doctor del Rosario acerca de las “pensaciones” y de cómo nuestras emociones son la combinación de sensaciones y pensamientos.

Meditación en el silencio y el «yo auténtico».

Lo legítimo brota de un fondo misterioso al que Pablo llama “el yo auténtico”. Ese “yo” es el que se trata de frecuentar durante el silencio. Además de misterioso, el “yo auténtico” también representa nuestra capacidad de aceptación.

Los seres humanos buscamos siempre la aceptación: de los padres, de la sociedad, incluso de nosotros mismos, pues… ¡sorpresa! ¡No necesitamos algo que ya tenemos!

Cuando dejamos de tener expectativas, dejamos de sufrir y de decepcionarnos; dejamos de chocar contra muros que nosotros mismos hemos construido, imaginado o proyectado.

Las soluciones son solo parches, y vamos por la vida de parche en parche. Por eso morimos confusos. Lo triste no es morir o salir de la proyección, sino morir sin haber vivido o haber disfrutado del sueño feliz. “Quién verdaderamente ha vivido, siempre está dispuesto a morir”.

Para Pablo, despertar es ver que estás bien como estás. Como si hubiéramos nacido para estar sentados en silencio, o como si hubiéramos nacido “para acompañar nuestra respiración”. El silencio es una llamada a despojarse de todo o a despertar a una costosa serenidad.

Ahora, como muchas cosas en la proyección, el silencio crea cierta adicción. Tiene una primera fase de encantamiento: «¡Qué paz! ¡Qué bien se está! ¡Qué bonito fluyo!». Sin embargo, unos minutos después o, en el mejor de los casos, unas horas después; el silencio muestra su cara más árida: “el desierto”. La “persona de silencio” permanece en su asiento aunque no le guste la película que se está proyectando.

Somos tan misteriosos que, hasta a veces, eso que nos disgusta llega a divertirnos y entretenernos. Resulta divertido, como luchamos ¡por convertirnos en nosotros mismos! Al fin y al cabo, para eso leemos historias o vemos películas: para identificarnos con el protagonista. ¿A poco no?

Obviamente, la práctica del silencio, requiere temple, determinación y, además, una extraordinaria humildad; estar dispuesto a dejar los ideales y las ideas, a no tomarse a uno mismo tan en serio; reírnos con nosotros mismos.

Es recomendable tener un maestro a quien presentar nuestras dudas. Incluso se puede tener un grupo de compañeros con quienes reunirse a meditar. Para Pablo, su maestro, en particular, es Elmar Salmann, sacerdote benedictino y teólogo alemán. Lo admira por sus luminosas palabras y por su gran sentido del humor.

En el artículo “Risa y llanto como reguladores emocionales”, les comenté acerca de la correspondencia entre sabiduría y buen humor. Salman se ríe de todo; principalmente, se ríe de sí mismo.

Pablo d'Ors durante su plática en BBVA Aprendamos Juntos.
Pablo d’Ors durante su plática en BBVA Aprendamos Juntos.

Beneficios de la meditación en el silencio.

Casi todos los beneficios de la meditación en silencio se perciben fuera de ella:

Esto nos demuestra que la verdadera meta no es llegar, sino el camino que se recorre. Obviamente, a veces se dan pasos atrás, principalmente, cuando recaemos en la preocupación por el yo.

Fíjense qué padre maneja Pablo el concepto del altruismo o ayuda al prójimo. Nos cuenta que esta ideología se ha fijado en nuestra mente occidental, ya sea por la vía del cristianismo o por el humanismo ateo. Pero que en el budismo zen, por el contrario, la mejor forma para ayudar a los demás es siendo conscientes de que todos somos uno mismo. Mientras no se vive ese concepto, cualquier voluntariado es “totalmente superficial”. Incluso, pensar que podemos ayudar a otro, puede ser tomado como una presunción.

Resulta que, en el budismo zen, se enseña a dejar en paz a los demás porque, poco de lo que les sucede a los demás, es realmente asunto nuestro. De hecho, casi todos nuestros problemas, comienzan por meternos donde no nos llaman.

Podemos reconocer que, si bien son muchos los que han intentado ayudarlos, son pocas las personas que realmente lo han logrado. Bien dicen las abuelas: “nadie aprende en cabeza ajena”. Hay que dejar que cada quien viva sus propias experiencias.

En el zen no se “intenta” nada: ¡se hace o no se hace! En el zen, y en el taoísmo en general, hay una preferencia por el “no hacer”. ¡Ay! Yo tenía un tío que era bien zen y bien taoísta: ¡no sabía ni prender el carbón para la carne asada!

Pero a lo que se refiere el concepto zen de “no hacer”, es que está convencido de que las cosas funcionan mejor sin la intervención humana, que tiende a “violentar” el ritmo natural de las cosas e, incluso, a provocar efectos secundarios.

Meditar en el silencio elimina los miedos.

El hombre tiene miedo; quiere pasar por la vida y salir ileso de ella. Es como querer “revolcarse en el charco sin embarrarse”. El silencio elimina los miedos, titubeos, dudas y el temor de vivir. Nos permite ser más inteligentes y lanzarnos a la aventura. Nos muestra lo que hemos perdido por miedo, como dicen mis hijas, “a hacer el oso”,

El silencio fortalece la fe. A la hora de la verdad, siempre estamos con nosotros mismos. La neta, todos están ocupados con sus cosas y nosotros debemos estarlo con las nuestras, No se trata de egoísmo, se trata de que “al César lo que es del César”. O lo que es lo mismo: “que cada uno sea responsable de lo suyo”.

La invitación, cuando estás en el silencio, es a vaciarte de todo lo que no eres:

  1. Vivir vidas que no son tuyas
  2. Responder preguntas que nadie ha hecho
  3. Quejarse de enfermedades que no se padecen
  4. Aspirar a ideales ajenos
  5. Soñar los sueños de otros
  6. Enamorarse de personas que ni nos gustan

Imaginemos por un momento lo que más deseamos. Ahora, imaginemos que no lo conseguimos… ¡Sorpresa! Podemos ser feliz aunque no lo tengamos. Esa paz nos la ofrece el silencio.

“Lo que sucede siempre es lo mejor que nos pudo haber pasado. Lo que sucede siempre es más sabio que cualquiera de nuestras ideas o planes”.

El apego a esas ideas o planes se purga o elimina meditando en el silencio. No importa si se avanza mucho o poco; lo importante es avanzar siempre; cada vez, estar más conscientes de estar despiertos. Como ya sabemos, la satisfacción no se obtiene en la meta, sino en el camino.

Pablo d'Ors
Créditos: El País.

Meditar en el silencio, una forma de llegar a nuestro verdadero hogar.

Podemos concluir que nuestro interior es como un “resort siete estrellas” en Dubai: un lugar en el que estamos súper cómodos, seguros y, además, está equipado con todo lo que necesitamos. Como plus, es un espacio lleno y vacío a la vez, en el que el silencio fortalece la confianza. Es un espacio interno, que casi no conocemos pero que, ya que lo conoces, es como si ya no pertenecieras a la Tierra porque nos encontramos con el paraíso. Un paraíso que resulta ser “nuestro verdadero hogar».

Ahora, ya que estamos en nuestro “hogar verdadero”, podemos observarnos bien a nosotros mismos. Para ello, la mirada debe ser inclinada, nunca directa… como cuando copiamos en los exámenes de la escuela.. Cuando nos miramos directamente, tendemos a escaparnos de nosotros mismos.

Viendo indirectamente, retenemos más el contacto. Somos más conscientes de que, lo que realmente buscamos, es al “buscador o testigo”. En una meditación silenciosa, bien realizada, todo se desvanece, menos aquel que observa. Nos conviene aprender a convivir con él porque, ese observador o testigo, es el maestro interno, que nos enseñará que, nosotros mismos, somos “la tierra prometida”; que “el tesoro está dentro de ti”, y siempre lo llevamos con nosotros.

Desde esta visión, vivir es transformarse en lo que realmente somos. Mientras más entramos, más desnudos estamos. Primero nos quitamos las cosas, luego nos quitamos las personas y, al final, estamos en libertad. Este recorrido puede hacerse en vida, los grandes místicos lo han hecho y lo siguen haciendo; se van vaciando tanto de sí mismos que casi son transparentes.

Una conclusión sobre «Biografía del silencio».

Pablo concluye su libro con estas hermosas palabras: “hablar o escribir de la meditación silenciosa es una contradicción. Es más, debería dejar ya de escribir y ponerme a meditar. Cualquier meditación, la más corta o más dispersa, es buena para nuestra alma. Lo más sensato es que deje ya las palabras y me lance, confiado, a ese océano oscuro y luminoso que es… el silencio”.

Pablo d'Ors - Biografía del Silencio

¡Qué hermosura y sabiduría en estas palabras!

Por supuesto, mi sugerencia es que busquen el libro “Biografía del silencio” para que lo lean completo. Es toda una experiencia y, además, se van a enterar de muchas otras perspectivas que tiene el autor.

Cero Preocupaciones (Parte 2)

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